sábado, 30 de mayo de 2020

UN PERFIL DE JOHNNY

(De "El perseguidor", de Julio Cortázar)

     He bajado con sutil regocijo al surco de la obra, y he visto al músico - escultor labrando sus encías al borde del piano. He vivido su sed y sus instantes de ceguera, hasta perder la idea exacta de hasta dónde le llevaba el miedo de sus piras. Y eran todas las noches la noche, y el principio de todo o su final. No el caos, éste llegó después. Pero primero vi la puerta y un poco de su vida, ya sin saxo, que no era vida. Sino ruina, abstracción y peso sin amor, artefacto tras el auge y la bienvenida a la drogadicción. Cuando ya sólo era camino sin retorno o putridez.
     Y pensándolo bien, después de todo, con sobrada cautela, desistí de aquella hilaridad; cerré los ojos y vi el oscuro realismo en que la vida lo tenía sumido. Y entonces entendí: "La droga y la miseria no saben andar juntas". Alisé el aire con la mano, tocando la atmósfera maldita que le lleva y le trae a su mágica ausencia de felpudo o niveles de auge. Observé la escapada explosiva y decadente donde al fin se destruye con locura de genio. De incendios de hotel y colchones vacíos. Perpetuando la promiscua arrogancia de sus dioses. Su marquesa de aire o de humo, salvándole, mientras lo hundía en mayores abismos de mierda. Notando que hasta su lira oxidada, sufría los mordaces embates de la confusión terrena de su cólera. Y eso es todo, si es que los dioses alumbraban su camino ideal. El camino de nadie o el de los elegidos, el más corto, si lo piensas. Pero Johnny no pensó ni había pensado nunca en su cima total. Lo decía él mismo, lleno de fantasmas, cuando apenas pensaba.
     Como un dios único y majestuoso, lúcido y gigante, que brama un éxtasis perfecto de supremos acordes, se recrea en su propio vacío inalcanzable e inmenso de lo que es su precio en la altura sin cálculo. Y como un dios terreno, esparce sus miserias al otro lado del Olimpo, donde no caben mayores inmundicias ni despojos. Fue entonces que me sentí abstraído y solo ante aquel libro espléndido de páginas color madera antigua y seca. Magnitud inmedible bien contada, de cenital esencia cósmica. Bajé de tanto goce y fui momentáneamente él, en uno de sus instantes más imprevisibles: de esplendor lírico en su ausencia total. Pero el tiempo, que es duro y caro, lo ha vencido antes de tiempo y casi de incógnito, cuando su cúmulo de cosas eran impensables y él más solo que lo solo.
     Quizás fuera éste el precio que debía asumir por sus éxitos de incompleta vida. O vivirla antes de tiempo. No, por ahí no, Johnny -dije cuando dejé de verlo como a un dios-. Pero ahí estaba lo que era, y lo que no. Luz alumbrándose a sí mismo fuera de la realidad. Donde era su mundo y él su propio realismo fuera de sí, distinto, admirándose y admirado fuera de su fracaso y lejos del hombre. Quizás no fuera un dios, pero su historia es lamentablemente fascinante. Sólo el tiempo lo esperaba con inexorabilidad y lustre. El tiempo, que era su problema y su manía inexpugnable, se lo llevó de golpe: sin saxo y sin contrato... "cambiando de lugar", como siempre decía cuando tocaba de forma celestial, como los ángeles; haciendo que la "música entrara por la piel, incorporándose a la sangre y a la respiración". Pobre Johnny. Ahora que ya le conocemos, y sabemos que nunca quiso ser un dios.     
   

      

domingo, 24 de mayo de 2020

SONETO A BORGES


                

            Sé que los libros de Borges, son legión de difíciles leídas y que invitan a la lectura de otros libros. Y esto es excelente. Gracias a haberlo leído incansablemente, he llegado a otras obras universales que son delicia y admiración del pensamiento de grandes creadores de la literatura universal. Ese acicate esencial y vitalista de llamada a la búsqueda de otros fondos culturales fue lo que hizo, especialmente, despertar mi interés hacia su creatividad, haciendo del hobby, una necesidad. Borges, dicho por él mismo “estuvo toda la vida buscando el verso que lo salvara”. No sé si lo consiguió. Pero sí que esto es indicio de su infatigable anhelo en su ideal de perfeccionamiento y concisión de su obra. Que es como decir absoluta convicción por el esteticismo lírico y sentido ético de la literatura. Y sé que además, es un escritor fecundo que perseguía llegar a la verdad, a través del pensamiento justo de quienes consagraron su vida a la creación lírica del pensamiento humano, consagrándose él en ello.
            Jorge Luis Borges, poeta, narrador, ensayista, prologuista prolífero, crítico literario y excelente conferenciante, doy por hecho, que fue uno de esos escritores que tuvo por entrega, darse en la vida a la consagración e investigación de las literaturas ajenas, desempolvando mitos inconcebibles, descifrándolos, en bien de la humanidad y dejando clarividencia de lo leído en los libros más recónditos y raros de que pueda tenerse noticia. Chapó, Borges.
            Yo, tras profundizar lo que pude en el rastro de su hacer literario, y no sólo en su obra, sino en medios de comunicación y prensa, acerca de tan insigne escritor, compuse este soneto “A Borges”, que vengo a desinar como ‘melódico’, sin entrar en que pueda ser mejor o peor. Dejando aquí, lo que sobre él quiero comentar, por el mero hecho de ser la abstracción de llamarlo así: melódico. Y por ello solo entraré en la parte que compete a este término, que no es caprichoso porque sí, sino imperativo de técnicas, prácticamente en desuso. Y he aquí lo que procede y toca.
            Es archisabido que el soneto consta de catorce versos en endecasílabos. Contenidos en cuatro estrofas isométricas de rima consonante; dos cuartetos y dos tercetos, y hablo del soneto clásico. ¡Esto no es ninguna novedad! Claro que no. Nada lo es. Ni siquiera el hecho del ‘endecasílabo melódico’, que fue cultivado y definido por Navarro Tomás, excelente filólogo y cofundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Significativo es, eso sí, que los grandes intelectuales de este país, llamado España, tengan que desarrollar su esplendor y morir en EE UU. Esto da que pensar, al menos en mí, sobre la inoperancia respecto al aprovechamiento del tejido intelectual de nuestra producción interna.
            Otra cosa será el gusto y tratamiento rítmico versal, elegido por el poeta o su capacidad poética creativa, así como su calidad, que es de lo que no vengo a comentar, dada la intimidad que me une a esta obra; y porque no es el caso, ateniéndome por ello, estrictamente al por qué, lo denomino ‘melódico’, como gesto meramente caprichoso en mi soneto “A Borges”. Como norma general, el endecasílabo debe cumplir, por obligación, para que sea correcto, como mínimo, que su cómputo silábico sea de once sílabas. Y que la sexta y la décima lleven carga acentual obligada. Pero existe además el llamado “endecasílabo melódico”, que afecta esencialmente en el fluir rítmico, que lo hace más o menos musical en su dicción, así como en su belleza expresiva. Y éste es el verso utilizado por mí en este soneto y, que lleva tres acentos obligados, que se dan en la tercera, sexta y décima sílabas, que en mi caso se cumple en los catorce versos del soneto, y he aquí mi justificación de llamarlo ‘melódico’, sea por simple curiosidad y evocación al poeta argentino. Y cuyas sílabas acentuadas señalo en negrita y cursiva.

                                               A BORGES

                                                 ( Soneto melódico)

                                   Este Borges de siempre no declina.
                                   Es conciso. Se interna en la lectura
                                   de los libros. Y en su magistratura
                                   nos declara fervor y disciplina.
                       
                                   Nos inunda su voz. Nos encamina
                                   hacia os de tinta y escritura.
                                   Indagando su hacer, su asignatura
                                   nos infunde valor en la retina.
                                   
                                   Y nos habla de dioses y de glosas.
                                   De su fascinación por lo profundo,
                                   inquietando por hombres y por cosas.
                                  
                                   Si dichoso no fue ser tan fecundo,
                                   sus lecturas son talos de rosas
                                   que propone sembrar para este mundo.
                                            

jueves, 21 de mayo de 2020

Iglesia de Santa María de Gracia Almadén de la Plata

Almadén de la Plata es el pueblo donde vi la luz por primera vez,
de ese lugar guardo los recuerdos iniciales de mi infancia.
Si algo perdura en la memoria sobre los primeros pasos
del hombre son sus recuerdos infantiles. Después,
vendrán los sueños de la vida: esos que unas veces se cumplen
y otras no. Pero siempre gozarán de una cierta y fresca poesía
que alimentará la ilusión por los caminos que le depare
el porvenir.    

EN ESTE SITIO CÁLIDO



Aquí estamos. En este sitio cálido.
Donde arrullan las aves
cuando el sol amanece.
E invitando a querernos por la tarde.

Yo creo que estoy aquí y que te miro,
desde que sale el sol hasta la noche.
Aunque a veces parezca
que están todas las luces apagadas.