LA MIRADA DEL VINO
Se abren las luces del corazón
y dibujas una flor en los labios
para evocar un nombre. La saeta
se diluye en la puerta del tiempo.
Se oprime el sueño y se escapa el aire,
mientras se abre una luz de imposibles
reminiscencias. Retorna lo incontable
y refluye en la piel de la memoria.
Silba el viento y gimen los barrotes
del alcázar, las formas, los deseos...
Los vasos airados se fragmentan,
y el vino espeso entra con la copla.
Sabemos gravitar los aposentos
con la magia del vino en la taberna,
y, a la Palma de oro, concurrimos,
porque el verso nos mueve y nos congrega.
Sobran la queja y las melancolías.
El vino es una forja de semblantes.
Tendrás que acostumbrarte a su mirada
y dejarte llevar por sus hechizos.
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