domingo, 24 de mayo de 2020

SONETO A BORGES


                

            Sé que los libros de Borges, son legión de difíciles leídas y que invitan a la lectura de otros libros. Y esto es excelente. Gracias a haberlo leído incansablemente, he llegado a otras obras universales que son delicia y admiración del pensamiento de grandes creadores de la literatura universal. Ese acicate esencial y vitalista de llamada a la búsqueda de otros fondos culturales fue lo que hizo, especialmente, despertar mi interés hacia su creatividad, haciendo del hobby, una necesidad. Borges, dicho por él mismo “estuvo toda la vida buscando el verso que lo salvara”. No sé si lo consiguió. Pero sí que esto es indicio de su infatigable anhelo en su ideal de perfeccionamiento y concisión de su obra. Que es como decir absoluta convicción por el esteticismo lírico y sentido ético de la literatura. Y sé que además, es un escritor fecundo que perseguía llegar a la verdad, a través del pensamiento justo de quienes consagraron su vida a la creación lírica del pensamiento humano, consagrándose él en ello.
            Jorge Luis Borges, poeta, narrador, ensayista, prologuista prolífero, crítico literario y excelente conferenciante, doy por hecho, que fue uno de esos escritores que tuvo por entrega, darse en la vida a la consagración e investigación de las literaturas ajenas, desempolvando mitos inconcebibles, descifrándolos, en bien de la humanidad y dejando clarividencia de lo leído en los libros más recónditos y raros de que pueda tenerse noticia. Chapó, Borges.
            Yo, tras profundizar lo que pude en el rastro de su hacer literario, y no sólo en su obra, sino en medios de comunicación y prensa, acerca de tan insigne escritor, compuse este soneto “A Borges”, que vengo a desinar como ‘melódico’, sin entrar en que pueda ser mejor o peor. Dejando aquí, lo que sobre él quiero comentar, por el mero hecho de ser la abstracción de llamarlo así: melódico. Y por ello solo entraré en la parte que compete a este término, que no es caprichoso porque sí, sino imperativo de técnicas, prácticamente en desuso. Y he aquí lo que procede y toca.
            Es archisabido que el soneto consta de catorce versos en endecasílabos. Contenidos en cuatro estrofas isométricas de rima consonante; dos cuartetos y dos tercetos, y hablo del soneto clásico. ¡Esto no es ninguna novedad! Claro que no. Nada lo es. Ni siquiera el hecho del ‘endecasílabo melódico’, que fue cultivado y definido por Navarro Tomás, excelente filólogo y cofundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Significativo es, eso sí, que los grandes intelectuales de este país, llamado España, tengan que desarrollar su esplendor y morir en EE UU. Esto da que pensar, al menos en mí, sobre la inoperancia respecto al aprovechamiento del tejido intelectual de nuestra producción interna.
            Otra cosa será el gusto y tratamiento rítmico versal, elegido por el poeta o su capacidad poética creativa, así como su calidad, que es de lo que no vengo a comentar, dada la intimidad que me une a esta obra; y porque no es el caso, ateniéndome por ello, estrictamente al por qué, lo denomino ‘melódico’, como gesto meramente caprichoso en mi soneto “A Borges”. Como norma general, el endecasílabo debe cumplir, por obligación, para que sea correcto, como mínimo, que su cómputo silábico sea de once sílabas. Y que la sexta y la décima lleven carga acentual obligada. Pero existe además el llamado “endecasílabo melódico”, que afecta esencialmente en el fluir rítmico, que lo hace más o menos musical en su dicción, así como en su belleza expresiva. Y éste es el verso utilizado por mí en este soneto y, que lleva tres acentos obligados, que se dan en la tercera, sexta y décima sílabas, que en mi caso se cumple en los catorce versos del soneto, y he aquí mi justificación de llamarlo ‘melódico’, sea por simple curiosidad y evocación al poeta argentino. Y cuyas sílabas acentuadas señalo en negrita y cursiva.

                                               A BORGES

                                                 ( Soneto melódico)

                                   Este Borges de siempre no declina.
                                   Es conciso. Se interna en la lectura
                                   de los libros. Y en su magistratura
                                   nos declara fervor y disciplina.
                       
                                   Nos inunda su voz. Nos encamina
                                   hacia os de tinta y escritura.
                                   Indagando su hacer, su asignatura
                                   nos infunde valor en la retina.
                                   
                                   Y nos habla de dioses y de glosas.
                                   De su fascinación por lo profundo,
                                   inquietando por hombres y por cosas.
                                  
                                   Si dichoso no fue ser tan fecundo,
                                   sus lecturas son talos de rosas
                                   que propone sembrar para este mundo.
                                            

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